Eneas era capaz de venderte un buzón (capítulo 3)

Por Osvaldo Nemirovsci

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El siguiente texto es el tercero de una serie de relatos breves sobre la historia de las tecnologías de comunicación, que aborda el camino recorrido desde el uso de antorchas a la computación cuántica.

Photo by Erwan Hesry on Unsplash

Eneas el Táctico, nacido en Arcadia, tuvo relevancia en el siglo IV AC en virtud de haber escrito muchas obras, pero una sola ha permanecido en el tiempo y lleva el nombre de “Como sobrevivir bajo asedio”.

Eneas el Táctico se especializaba en temas de guerras y combates y, probablemente, él mismo haya sido un general mercenario.

Su ubicación en la historia se la debe a Cineas el Tesalio -llamado así ante la duda sobre el lugar de su nacimiento, que se cree fue en el siglo IV AC-, quien escribió sobre Eneas. Cineas fue muy amigo y funcionario del general Pirro, el rey de Epiro, y alumno del excelso orador Demóstenes.

También, y eso llegó más a nuestros tiempos, un bizantino Juan Lido 1.000 años después habla de Eneas el Táctico como una lumbrera en la “ciencia de la poliorcética”, que es el arte de atacar y defender fortalezas.

Polibio, el historiador griego del siglo II AC, descubre en la obra de Eneas el Táctico una suerte de apartado anexo, el número 31, donde se explican en exclusividad distintas formas para transmitir mensajes. El autor nombra no menos de 24 formas diferentes para hacerlo.

Entre otras describe que, en pedazos de plomo adornados como pendientes, las mujeres pueden esconder pequeñas tiras de papiro con mensajes y también describe la “manipulación psicológica” (¡dos mil años antes de Freud!) para interceptar un mensaje (la forma hoy parece simple, dar a entender a un agente o soldado aprehendido que se sabe todo sobre las fuerzas enemigas y lograr así que el prisionero confiese).

También se le asigna la invención del buzón, como forma de prescindir que emisor y receptor tengan contacto directo.

Pero su invento más conocido es un telégrafo hidráulico al que lo griegos llamaron semáforo (sema: señal, foro: llevar) en el cual una combinación de fuego y agua componía los mensajes a transmitir.

Acá también jugaban un rol importante las alturas, tanto torres como colinas con cierta distancia entre sí, pero visibles. Desde una, siempre se podía ver la sucesiva.

El sistema se basaba en colocar en cada contenedor con agua -eran vasijas de barro- corchos flotantes con varillas verticales que llevaban grabados los mensajes ya prefijados, como “se ven barcos contrarios, llegó la infantería, hemos sido invadidos, tropas enemigas avanzan” y otros por el estilo.

Primero, el emisor mostraba una antorcha encendida señal de “comienzo a transmitir”, mientras que con otra antorcha la estación siguiente planteaba “recibo”.

Ahí se abrían los fondos de las vasijas para que salga el agua y los corchos y las varilla con los mensajes, bajaban. La clave es que los recipientes tengan todo el mismo tamaño, la misma cantidad de aguas y se abran y cierren al mismo tiempo. Cuando una antorcha desde la emisión indicaba la finalización del mensaje, cada una de las estaciones haía lo mismo y los corchos que habían bajado con los mensajes en cada una, serían los mismos y al estar codificado su texto, se sabría qué se quiso transmitir.

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