Gracias por el fuego (capítulo 1)

Por Osvaldo Nemirovsci

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El siguiente texto es el primero de una serie de relatos breves sobre la historia de las tecnologías de comunicación, que aborda el camino recorrido desde el uso de antorchas a la computación cuántica.

Foto: Petr Kratochvil, bajo licencia de dominio público.

En la antigua Roma y también en Grecia había modos y sistemas de comunicación con cierta “tecnología”. Alrededor del año 500 AC, hubo dos idóneos en el tema, Demokleitos y Kleoxenos -ambos naturales de Alejandría-, que inventaron una forma de emisión y recepción de mensajes mediante el fuego derivado de antorchas y solo se utilizaba durante la noche.

Debía darse en caminos que tenían colinas o montañas entre medio: consistía en colocar antorchas ubicadas en las alturas y, según la cantidad y el lugar donde se ubicaban, el mensaje era leído.

Tenía una codificación establecida y se basaba en lo que hoy puede semejarse a un algoritmo ya que correspondía un número y una letra a cada antorcha encendida en grupos de a cinco.

Por ejemplo, a la letra “beta” le asignaban dos antorchas en la derecha del haz de cinco, y una en la izquierda. Para avisar el comienzo del mensaje se prendían las cinco y lo mismo cuanto finalizaba una palabra.

El fuego, ese elemento mágico y atractivo, fue parte vital de casi todos los sistemas de comunicación de esos tiempos, y lo fue para griegos, romanos, cartaginenses y otros pueblos.

En general, la comunicación versaba sobre batallas, conquistas y sus consiguientes triunfos y derrotas.

Esquilo, ese gran dramaturgo griego (a la altura de Sófocles) en su obra “La Orestíada” que es parte de la trilogía completada con Las Coéforas y Las Euménides y trata sobre la maldición de la casa de Atreo, en la parte que cuenta a Agamenón, describe como un centinela aguarda mirando sin descansar, alguna señal ígnea, un dato de fuego que le informe sobre si cayó o no Troya.

Aníbal, el general cartaginés vencedor de Roma (Cornelio Nepote, un historiador romano, le bautizó como “el más grande de los generales”), al atravesar los Alpes se comunicaba con sus oficiales mediante antorchas, pero también hogueras y humo. El fuego, unas vez más, presente en una de las épicas militares más asombrosas de la historia.

Aclaro que Aníbal incorpora otros sistemas de comunicación basados en la acústica, sonidos provenientes de tambores y cuernos soplados.

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