Tarzán: algo así como el Tesla o el Edison de la selva (capítulo 4)

Por Osvaldo Nemirovsci

KBZ
kbzta

--

El siguiente texto es el cuarto de una serie de relatos breves sobre la historia de las tecnologías de comunicación, que aborda el camino recorrido desde el uso de antorchas a la computación cuántica.

Photo by Luz Mendoza on Unsplash

¡Que atrevida comparación ¡

Bueno, pero veamos que hace muchos años, en áreas selváticas y en zonas de junglas donde las lianas colgantes trasladaban al Rey de la Selva de un lugar a otro como si fuesen estaciones del Subte C, no existían muchas alternativas para la comunicación y no se podía usar el ojo humano, la visión, para trasladar mensajes. Entonces surgió algo como un telégrafo ruidoso que era el tambor batiente, que mediante ruidos podía transportar información entre espacios alejados.

El tambor se hacía todo de madera extraída de los árboles y algunos de aquellos antiquísimos habitantes de suelos americanos -aunque también en África- le incorporaban parches con el cuero sacado de algún animal. En tiempos más antiguos este método tuvo desarrollo en China, pero con la diferencia que usaban lo que denominaban, en virtud de la propia onomatopeya, Tamtam, y era un muy grande disco de metal al que se lo golpeaba con una herramienta también metálica.

Pero no crean que era golpear y hacer ruido nada más. En ciertas zonas como en Nueva Guinea, los tambores para mensajear llamados “de hendidura” poseen un interior, las cámaras, huecas y largas y en muchos casos muy angostas y cuando se las golpea admiten distintos tonos e intensidades lo que permite codificar de mejor forma los mensajes. Incluso el grosor de sus paredes modifica los sonidos y permite hasta afinar el rudimentario instrumento para lograr (no hay nada nuevo bajo el sol) notas más bajas y más altas. ¡Marche un afinador de tambores!

Cuanto más grande era el tronco emisor más fuerte y más lejos llegaba su sonido. Calculan los estudiosos del tema que los mensajes de los tambores parlantes, podían recorrer entre 4 y 10 kilómetros entre quien emitía y los receptores.

Y como en muchas situaciones históricas, la comunicación se da la mano con la libertad. Recordemos que tanto en África occidental como también se dio en el Caribe, en la época de la inmoral trata de humanos, se prohibieron los tambores pues los esclavos habían codificado signos a partir de los sonidos y los usaban para vincularse en grandes distancias con un código que era desconocido para sus esclavistas.

Este tipo de comunicación no es un idioma per se, no tiene una fuerte connotación sígnica, sino que al producir sonidos estos se ubican y codifican en ciertos parámetros idiomáticos que son los mismos del habla utilizado por los “bateristas” del mensaje.

Sí destacamos que el golpeteo clásico sobre tambores, sobre todo en África, contiene cierto ritmo que en lugar de una palabra representa una idea o señal (¡Hey Barthes algo para vos!), y en otros tonos brinda la posibilidad de simbolizar alguna palabra. (Algo que remite al uso binario de 1 y 0 en los algoritmos).

--

--